Las grandes catástrofes naturales generan trastornos psicológicos entre la población que las padece. Si además, se le suman problemas asociados a construcciones humanas la tragedia cobra una mayor dimensión. El último gran ejemplo, desgraciadamente se vivió en Fukushima, donde un gran terremoto generó un tsunami que afectó seriamente a la central nuclear de la ciudad, provocando una fuga radiactiva muy importante.
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