En una multitud de casos se moldea la idea equivocada de que el éxito o
el fracaso de los atletas de élite están basados en su capacidad física o
técnica, aislando inconscientemente a un segundo plano el estado psicológico de los deportistas.
Evidentemente, un deportista ha de traer de serie una suntuosa
complexión física, así como ir adquiriendo unas aptitudes técnicas y
tácticas para poder llegar a ser considerado parte de esa gama selecta,
pero todas estas cualidades de base pueden caer, al igual que cae una
casa sin cimientos, cuando la presión psicológica estalla ante el peso de una competición.
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Prisma
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