Ayudar a hijos, jóvenes y no tan jóvenes a crecer como personas adaptadas a su entorno social y psicológicamente sanas
es un propósito al que deberían aspirar cada vez más padres,
educadores, y gente de todo tipo en su día a día. Hay una serie de
mecanismos que lo hacen posible, y pasan por el desarrollo de la inteligencia emocional.
Determinada por complejos factores y valores independientes que hay que
lograr entender a través de dos marcados perfiles emocionales: la
inteligencia intrapersonal, entenderse uno a uno mismo, detectando
emociones propias (ansiedad, depresión, salud mental) y saber
gestionarlas; en cuanto a la inteligencia interpersonal, tiene que ver
con entender al otro y trabajar con emociones comunes, también conocida
como empatía.
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