miércoles, 14 de enero de 2009

Los Psicofármacos

Se estima que en torno al 20% de las consultas al médico de cabecera están relacionadas directa o indirectamente con problemas de salud mental. El grupo de los tranquilizantes ocupa el tercer lugar entre los medicamentos más prescritos. Esto indica que cada vez más se diagnostican y se tratan los problemas relacionados con este área de la salud.

No nos conformamos con estar mal anímicamente. La psicología y la medicina avanzan cada vez más en la búsqueda de soluciones eficaces para la ansiedad, la depresión y el resto de trastornos. Se puede conseguir que el malestar se modere e incluso desaparezca simplemente con ingerir un fármaco.


Lo que ocurre es que habitualmente los malestares se producen no por problemas químicos o fisiológicos sino por cómo la persona se enfrenta a sus problemas cotidianos. De esta forma es frecuente que desaparezcan los síntomas sólo con fármacos pero existen bastantes probabilidades de que cíclicamente se repitan episodios similares de malestar a lo largo del tiempo.

Considero que aplicado al trabajo cotidiano dentro de la psicología clínica, el uso de psicofármacos es muchas veces necesario para reducir niveles muy fuertes de malestar y de esta manera poder abordar con mayor facilidad los problemas en psicoterapia. Digamos que cierto nivel de malestar es necesario para desear hacer cambios. La persona debe tomar una medicación y una dosis ajustada para poder hacer los cambios necesarios sin un bloqueo excesivo. Deberán ser el médico y el psicólogo quienes decidan en este sentido.
Los fármacos que más frecuentemente se recetan son dos, los ansiolíticos pertenecientes a la familia de las benzodiacepinas y los antidepresivos/antiobsesivos normalmente de la familia de los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS). Normalmente los primeros se pautan para problemas puntuales de sueño y para reducir niveles elevados de ansiedad a lo largo del día. Los segundos están planteados para tratamientos a medio o largo plazo de ansiedad, depresión y trastornos del sueño, aunque su ámbito de aplicación puede ser mucho más amplio. En muchas ocasiones se combinan ambos tipos de medicamentos para alcanzar más fácilmente los objetivos deseados.

Una de las objeciones más frecuentes a la hora de tomar un psicofármaco es el miedo de la persona a los efectos adictivos. Lo cierto es que en la medida en que son eficaces, crean dependencia. Si algo nos sienta bien y nos quita malestares tendemos a seguir queriéndolo. Por esta razón es tan importante la supervisión de un profesional de la salud y el trabajo en psicoterapia. Si aprendemos nuevas formas de afrontar los problemas que tenemos, mejoraremos. Primero con ayuda y después por nosotros mismos. Otra objeción a estas sustancias se refiere al miedo a sentirnos anulados y dejar de ser nosotros mismos. En realidad este es un efecto nada frecuente, produciéndose normalmente un alivio de síntomas negativos sin que en esencia la persona cambie.

Por suerte, en la actualidad, los efectos secundarios de los fármacos están cada vez más suavizados. Pautados adecuadamente no producen un exceso de somnolencia, atontamiento, o enlentecimiento. Si bien como cualquier medicamento hay que evitar ciertas interacciones con otras sustancias. En concreto los ISRS suelen tener efectos negativos especialmente al principio del tratamiento: molestias estomacales y cierto mareo o inestabilidad, pero normalmente ceden tras pasar las primeras semanas. Un efecto que a veces sí se alarga más en el tiempo es la disminución del deseo sexual. No ocurre siempre pero es quizás más molesto que otros dependiendo de las circunstancias de cada persona.

Así pues no hay que ver a los psicofármacos como un peligro ni como una panacea, son simplemente otro tipo de medicamentos que pueden ayudarnos a conseguir nuestro bienestar.

Fernando Azor Lafarga

1 comentario:

  1. He visto otros artículos de este psicólogo en http://www.gabinetedepsicologia.com y realmente me parecen muy claros ayudan a darse cuenta de algunas cosas que pasan.

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